La familia, idealmente, es un refugio seguro, un lugar de amor incondicional y crecimiento. Sin embargo, para muchas personas, la infancia estuvo marcada por distintos tipos de violencia, como el maltrato físico, psicológico o emocional. Estas heridas no se desvanecen con el tiempo; a menudo, se convierten en cicatrices que pueden influir en la forma en que criamos a nuestros propios hijos, perpetuando un doloroso ciclo de violencia familiar.
«Les pegamos a nuestros hijos porque pegando nos rompieron… y rotos, rompemos».
Pero, ¿por qué ocurre esto? Y, lo más importante, ¿cómo podemos tomar el control para romper este ciclo y construir un hogar seguro y amoroso?

¿Por qué repetimos patrones de maltrato?
Estudios en México han demostrado que uno de los mayores factores de riesgo para el desarrollo de comportamientos agresivos en la infancia es la falta de habilidades de los padres para educar a sus hijos.
A menudo, los padres y madres que recurren a la violencia no lo hacen por maldad, sino porque carecen de otras herramientas.
Lo hacen:
- Por lo que aprendieron: Creen que el castigo físico o la humillación son la forma correcta de educar, porque así lo vivieron en su propia infancia.
- Para tener control: Buscan controlar el comportamiento de sus hijos y lograr obediencia inmediata, sin darse cuenta del daño que causan.
- Por sobrecarga emocional: A veces, recurren a la violencia porque están estresados, sobrecargados y no tienen suficientes recursos para manejar sus propias emociones.

El costo de la violencia: El impacto en los niños
Se nos olvida que los niños son personas que sienten, y erróneamente pensamos: «Cuando crezca, se le olvida«. La realidad es que la violencia tiene consecuencias negativas y duraderas en el bienestar presente y futuro de los niños, afectando:
- Su salud emocional y física: La exposición a la violencia puede llevar a depresión, ansiedad, resentimiento y, en casos extremos, a problemas crónicos de salud.
- Su desarrollo cognitivo: Afecta su capacidad para aprender, memorizar, concentrarse y razonar, habilidades esenciales para el éxito escolar y personal.
- Su autoestima: Los niños que sufren maltrato creen que son malos, que todo es su culpa y que no merecen nada.
- Sus relaciones: Se vuelven temerosos o, por el contrario, agresivos y desafiantes, lo que dificulta su capacidad para crear relaciones interpersonales sanas.

Tipos de Castigos y sus Consecuencias
Los padres recurren a castigos violentos a menudo cuando están estresados, buscan infundir miedo para ser obedecidos, o quieren marcar «autoridad» y «merecer respeto». Sin embargo, estos juicios se relacionan con la creencia de que los niños deben ser castigados por acciones que, en los adultos, son consideradas errores sin consecuencias físicas.
La Alianza Internacional Save the Children define el castigo corporal como el acto de golpear a un niño con la mano o con un objeto, darle patadas, sacudirlo, pellizcarlo, o cualquier otra forma de agresión física que dañe su integridad. De la misma manera, el castigo psicológico incluye los insultos, el ridiculizar, el aislar o ignorar al niño. Ambos tipos de violencia denigran su derecho a la supervivencia y tienen consecuencias devastadoras.
Todo esto produce daños emocionales profundos, como baja autoestima, resentimiento, miedo, tristeza, soledad y dificultad para comunicarse con sus padres y otras personas. A largo plazo, se asocia con problemas como la depresión, el abuso de alcohol y drogas, la obesidad y problemas crónicos de salud.

Crianza Positiva: La alternativa al castigo
La crianza positiva es un enfoque de cuidado y formación que busca el desarrollo y bienestar de los niños sin recurrir a la violencia, sino respetando sus derechos humanos. También conocida como crianza respetuosa, se basa en la empatía y en la comprensión de las etapas y necesidades de los niños.
Es la alternativa que nos permite romper el ciclo del maltrato y construir una relación basada en el amor, el respeto y la confianza.
Para aplicar la crianza positiva, la UNICEF sugiere alternativas como:
- Celebrar en familia los logros obtenidos y los retos superados por los niños y adolescentes.
- Crear espacios de diálogo cara a cara para comunicar una enseñanza o un principio importante.
- Hacer preguntas en un ambiente respetuoso para que ellos mismos descubran qué generó el problema y cómo pueden resolverlo.
- Escuchar y comprender sus sentimientos y necesidades.
- Alentarlos ante los retos y responsabilidades de la vida.
- Gritar menos y explicar más, hablar menos y escuchar más.

El impacto de la Crianza Positiva en el desarrollo infantil
La ciencia ha demostrado que los estilos de crianza de los padres tienen un impacto directo en el desarrollo emocional, cognitivo y de conducta de los niños. Los estudios asocian los problemas severos de conducta con la violencia de los padres, especialmente con castigos que dependen de su estado de ánimo, gritos, golpes o el uso de cintos.
La calidez parental es una de las herramientas más poderosas en la crianza. Va más allá de las palabras bonitas; se define por acciones genuinas como escuchar con atención, fomentar el diálogo constante y mostrar un interés sincero en las actividades de los niños. Cuando los padres dedican tiempo, amor y paciencia para explicarles las cosas en lugar de castigarlos, los pequeños aprenden a entender el mundo sin miedo.
Este trato cercano y respetuoso ayuda a construir un apego seguro, que es como un cimiento sólido para el desarrollo emocional. Los niños que crecen con un apego seguro se sienten protegidos y valorados. Esto les permite desarrollar su propia empatía y un sentido de responsabilidad sobre sus acciones, lo que a su vez se traduce en relaciones más sanas y positivas con los demás a lo largo de su vida.
¿Cómo romper el ciclo? Pasos hacia una crianza consciente
No es un camino fácil, pero es uno de los actos de amor más valientes que puedes hacer por ti y por tus hijos. No se trata de ser un padre «perfecto», sino de ser un adulto consciente y en constante aprendizaje.
- Sana tus propias heridas: El primer paso es reconocer tu pasado. Busca ayuda profesional si es necesario. Al entender y sanar tu propio dolor, te liberas de la necesidad de replicar lo que viviste.
- Aprende sobre el desarrollo infantil: Entender qué es normal para la edad de tu hijo te ayudará a tener expectativas realistas. Un berrinche a los 3 años no es un ataque personal; es una parte normal de su desarrollo emocional.
- Comunícate con asertividad y respeto: En lugar de gritar o humillar, usa un tono firme pero respetuoso. Explica las reglas y las consecuencias, y valida los sentimientos de tu hijo.
- Ofrece afecto y seguridad: Un abrazo, una palabra de aliento o el simple hecho de estar presente construyen un apego seguro que le dará a tu hijo las herramientas para una vida emocionalmente sana y la confianza para enfrentar el mundo.
- Pide perdón: Si te equivocas y reaccionas de forma desproporcionada, pídele perdón a tu hijo. Esto enseña humildad, responsabilidad y refuerza que el amor es más fuerte que cualquier error.

Un camino de sanación y esperanza
Romper el ciclo de violencia es el acto de amor más valiente y transformador que puedes hacer, no solo por tus hijos, sino por ti mismo. Es un viaje que comienza con la decisión de no repetir las heridas del pasado, de dejar de ser un eco de dolor para convertirte en una voz de esperanza. Este camino, aunque desafiante, te lleva a sanar tus propias cicatrices para que no se conviertan en los muros de la infancia de tus hijos. El resultado es un regalo invaluable: una infancia segura, una niñez llena de amor y, sobre todo, una vida con dignidad. Al liberarte del dolor, le das a tus hijos la oportunidad de crecer en un hogar donde la paz y el respeto son la norma, no la excepción.
Blog escrito por la Psicóloga Janeth Pérez Montes

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